domingo, 15 de enero de 2012

Entre cumpleaños

Entre el nacimiento mío y el de mi compañero de vida hay 55 días. Los cumpleaños ahora son diferentes. Ya no necesitas tomar licor para ponerte sentimental y decirle a todos los que te acompañan que los quieres en puta; llorar porque cada vez comprendes mejor a tus padres y quisieras que algunas cosas hubieran sido diferentes para ellos. Llegar al estado más sublime y sin embargo, reír a carcajadas con los chistes más corrientes, sólo para bajar el nivel de melancolía y que la fiesta no termine muy temprano.

Por alguna razón piensas en todas las personas que han entrado a tu vagón y que no has vuelto a ver; ansías volver a una cantina en el DF o al frente de La Venus y desnudar tu corazón. O sentarse seis horas seguidas en el Auditorio de la Facultad de Educación a ver tres películas de terror con la única persona que en ese momento te sentías a salvo. Quisieras volver al preciso instante en que te bajaste de aquel bus, para mirar al cielo y buscar la conjunción de planetas que provocaron que nunca más te soltaras de aquellas manos que te ayudaron a bajar.

Te das cuenta que el tiempo siguió aunque vos querías quedarte y que por ello, siempre estarás un poco demorada.

Al cabo de 55 días de reflexión, piensas diferente. Ahora que es él el que cumple, todo parece insuficiente para decir lo que sientes, aunque sea tan sencillo como que no quieres que nuestra vida en común acabe nunca.

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