Están felices, tienen 2 años de casados y vinieron solitos a bailar, como nosotros. Y ustedes? Adivinen. 20 años? No adivinaron.
Interrumpimos la conversación porque en ese momento la orquesta comienza a tocar una que es buenísima y que nadie se puede perder. Las parejas inundan el salón y es todo un espectáculo. Es bello ver la sincronía de los cuerpos que ya han bailado juntos por mucho tiempo así como también la facilidad para acoplarse de aquellos que bailan por primera vez, pero que traen la música y el ritmo en la sangre. Estilos más o menos sofisticados que otros, algunos un poco exagerados, pero todos expresándose.
Hay algo cierto, cuando uno sale a bailar es porque está feliz o quiere estarlo. Y eso, ya es bastante. Me entusiasma pensar en tanta gente feliz junta. Y vuelvo a mis reflexiones, la felicidad permanente no existe. Siempre nos falta algo, siempre hay algún anhelo o deseo pendiente. Una o muchas tristezas. Siempre habrá días que quisiéramos borrar de la historia. Por eso, cada momento de felicidad cuenta, aunque te llegue sin buscarlo gestado misteriosamente en otro mundo o dimensión o lo construyas a fuerza de no dejarte vencer por la nostalgia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario