lunes, 5 de julio de 2010

Esta vez

Hemos regresado. Esta vez solos. Llegamos al mediodía, justo cuando iba a empezar el juego entre Uruguay y Ghana, así que pasamos a una sodita a almorzar y ver por lo menos el primer tiempo. Entre aquel grupo de ollas de fierro, guanacastecos de cepa, de fácil choteo y amplia sonrisa, nos vemos raros, así tomados de la mano. Me doy cuenta que soy la única mujer en el lugar que está disfrutando del partido con una cerveza en la mano. Las otras mujeres que caminan de aquí para allá, sirviendo casados y refrescos. Los demás, muchos de ellos con uniforme de alguna institución del gobierno, le roban tiempo a este viernes para disfrutar del partido.

Casi de inmediato, me di cuenta de que lo diferente de esta vez, eran los guanacastes sin hojas. Algo había pasado. Después nos enteramos de la plaga de gusanos caminadores que les había atacado. Mi primera reacción fue de tristeza al ver aquellos árboles, los mismos de las orejas verdes que brillaban con la luz de la luna, totalmente deshojados en pleno invierno.

Cada vez que vengo a este lugar hay algo diferente. A veces la piscina se llena de abejas que fastidian un poco. Eso es porque en abril caen en ella, gran cantidad de florecillas cuyo almíbar se mezcla con el agua y se deposita en todas las ranuras disponibles. Otras veces, la zafra nos envía gran cantidad de basura con el viento. Desde hace dos años, esperamos que el agua volviera a correr por el río y ya creíamos que se había secado.

Esta vez, la plaga de los gusanos caminadores se compensa con una cantidad increíble de mariposas que vuelan en parejas, de todos tamaños y colores. En las mañanas hace sol, en las tardes llueve torrencialmente. Mágicamente, el río volvió a ser río.

Hay mucha nostalgia en el aire. Hay muchas cosas de este lugar que me recuerdan a mi mamá, pero no estoy triste. Es como si con su ausencia, me he dado cuenta de lo vulnerable que es el ser humano, de lo inútil de algunas luchas... y de lo necesario de otras. Me he liberado de algunas cargas y me permito disfrutar más de la vida de una manera diferente. Me reconcilio con ella, la acepto y disfruto únicamente con lo que me puede ofrecer en este instante. Es como si, partiendo del gran dolor que acabo de atravesar, pudiera soportarlo todo y esperarlo todo... como la certeza de que el río seguirá siendo río y que los guanacastes volverán a llenarse de hojas, como lo han hecho por tantos años.

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